jueves, 16 de octubre de 2014

por qué LA CUMBRE



POR QUÉ “LA CUMBRE”


Queríamos hablar de mujeres y de poder.
De mujeres en el poder, de cómo lo afrontan y cómo se les contempla de un modo especial por ejercerlo siendo mujeres.
Aún hoy parece un conflicto no superado. ¿Ha de “igualar”, “emular”, la mujer a los varones, primordiales ejecutores del rol reservado a ellos durante siglos, o ha de conducirse de modo diferente por estar dotada de una sensibilidad distinta, por haber accedido al poder después de tanto tiempo, por saber y sufrir lo que es carecer de poder?

Para encontrar contrastes y también similitudes necesitábamos contar con dos personalidades distintas, fuertes cada una a su modo, ambas conocedoras y ejecutoras del poder, entendido de maneras diferentes. Buscábamos, como es esencial en la materia teatral, el conflicto. A ser posible, un conflicto prácticamente irresoluble.

A partir de ello rondaba nuestra memoria aquel enfrentamiento entre grandes lobas que fue el conflicto entre Isabel de Inglaterra y María de Escocia, ese que la leyenda romántica, unida a los apasionantes hechos históricos, han convertido en materia del arte.
Robamos a Schiller, como hicieron otros, la invención de un encuentro que al parecer nunca llegó a producirse aun estando siempre al filo de lo inminente, y el talento de hacer que se produzca al borde del abismo, cuando la derrota y la victoria están teñidas del recurso a la piedad, a la condena o el perdón, pero sin posible renuncia a la soberbia. Un encuentro en la cumbre. Por medio, el dramatismo sin resolver de en qué consiste al final la victoria o la derrota, mediando o no la muerte. Quién gana o pierde pese a perder o ganar ante el mundo.

Hoy las reinas, como los reyes, ya no ostentan la figura del poder. Las figuras políticas dependen de partidos o electores. Sólo el poder de las finanzas, el económico, es poder en definitiva, y actualmente el único que se hereda. Por eso nuestras Isabel y María son mujeres de empresa. Sus pesadillas son los avatares del mercado, las tormentas políticas, las presiones sindicales, el ojo implacable de la prensa y los consumidores. Sus ministros son consejos de administración, sus pactos son fusiones y sus batallas son opas hostiles.

La histórica prisión de María puede ser hoy un psiquiátrico. Recluida en las salas que ella misma fundara un día, aguarda la visita de la única persona que puede salvarla o condenarla. Isabel espera aún fuera sin decidirse a entrar.
Sabemos que habrán de terminar por encontrarse.


Fernando Sansegundo

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